Columna de opinión por Fernando Muñoz*
En pocos días, el 29 de septiembre, tendremos la XIV Marcha por la Diversidad Sexual. Miles de personas se tomarán la principal avenida de Santiago -y ahora también Concepción- para exigir derechos para las personas gays, lesbianas, biexuales y trans, por una sexualidad más libre y lejos de la moralidad tradicional inspirada en la religión judeocristiana occidental, y por el fin de los estereotipos de género que oprimen a lxs sujetxs en un sistema binario.
Esta versión de la marcha se posiciona desde un espacio diferente. El escenario es distinto en tanto las movilizaciones sociales del 2011. Las expectativas generadas por el gobierno entorno al reconocimiento de parejas y la irrupción de nuevos actores dentro de las orgánicas de la diversidad hacen que la marcha tome otra impronta.
Desde MUMS, como pilar histórico de estas movilizaciones, se espera «poner el acento en la necesidad de la transformación, en la alianza con los movimientos sociales que han tomado la calle. Esta Marcha no es para ir a escuchar a los políticos; al contrario, es para que los políticos nos escuchen a nosotrxs», según indica Lukas Berredo, uno de los responsables de la Marcha. Se acentúa la crítica sostenida hacia la institucionalidad, no sólo al Estado por su poca respuesta ante las demandas de gays, lesbians, bisexuales y trans, sino que también existe una critica manifiesta a los políticos como sector, a los partidos incapaces hasta ahora de incorporar el tema y al poco desarrollo de la libertad sexual como parte de las plataformas de transformación.
Sin embargo, dentro de este proceso de transformación de las Marchas de la Diversidad sexual existen ciertas certezas que provienen de los estudios realizados por el Movimiento por la Diversidad Sexual (MUMS), la Universidad Católica del Norte (UCN), y el Centro Latinoamérica de Investigación en Sexualidad (CLAM). Estos se consolidan en los libros «Derechos, Política, Violencia y Diversidad Sexual», los cuales recogen las encuestas realizadas en las marchas del 2007 y el 2011. Este esfuerzo investigativo aclara muchas dudas y consolida, sin duda, el trabajo de los organizadores de estas marchas.
Perfil de quienes marchan
La mayoría de quienes marcharon el 2011 son jóvenes. El 64,5 de la muestra tiene hasta 25 años, 17,3 de 26 hasta 30 y el 5,9 entre 31 y 35 años. El 2007 las cifras eran similares. Es decir, son las generaciones post dictadura quienes han asumido la visibilidad del movimiento, lo cual concuerda con el desarrollo de los movimientos de la diversidad sexual.
En cuanto a las orientaciones sexuales e identidades de género, tenemos que en 2011 el 32,1% se declara gay, el 27,1% lesbiana, 8,5% bisexual, 4,7% trans y un 25,4% de lxs marchantes heterosexuales. Acá existen varios elementos: el primero es que una buena parte de la marcha corresponde a heterosexuales, lo cual es un avance respecto de versiones anteriores. Poco a poco, se entiende que el tema de la liberación de la sexualidad es tema de todxs. Por otra parte, la declaración de bisexualidad es mayor a la que reportan otros estudios. Es posible que esto se relacione con el perfil joven de la muestra.
Otro elemento a destacar es el nivel de estudios de lxs marchantes. En su gran mayoría, quienes marchan se concentran entre estudiantes universitarios y profesionales. Esto obviamente se relaciona con la edad, pero también se relaciona sin duda con la expansión de la matrícula universitaria y superior, así como por la mayor penetración y aceptación que el tema de la diversidad sexual tiene en los establecimientos universitarios. El 83,4% de lxs encuestadxs tiene, a lo menos, la educación media concluída.
Al consultar sobre el tema de la religión, se realizan dos consultas, una de ellas orientada en la religión en la que fueron criadxs y luego la que actualmente profesan. Acá se expresan grandes cambios. El 69,0% fue criadas como católico, pero sólo el 20% profesa esa religión en la actualidad. Entre los evangélicos, las cifras son 10,9% en crianza y 3,9% en quienes profesan aun. El 11,5% fue criado como ateo o agnóstico y hoy el 67,8 declara serlo. Evidentemente, existe una desvinculación de quienes asisten a las marchas con sus religiones de crianza, aumentando el número de ateos considerablemente. En parte se puede relacionar esto a una mayor secularización en general de la sociedad, pero también a la presencia de discursos homofóbicos al interior de las distintas iglesias que alejan a los miembros de la diversidad sexual.
Sobre la discriminación
En este ítem sólo se considera a las personas que se declaran gay, bisexual, lesbiana o trans, dentro de las cuales aparecen niveles importantes de discriminación. El 75,5% declara haber sufrido alguna situación de discriminación, y el 77,8% reporta alguna agresión a causa de su orientación sexual o identidad de género. Si bien las cifras bajan levemente respecto del 2007, siguen siendo extremadamente altas, más si consideramos que estamos hablando una población muy joven.
Al consultar por los lugares y espacios en los cuales ocurren los actos discriminatorios, aparecen la exclusión de un ambiente religioso con el 45%; discriminación en un lugar de estudios 44%; en el ambiente familiar un 41,4%; un 36,1% declara haber sido excluido de un grupo de amigxs y un 35,6% haber sido discriminado por sus vecinxs. Se mantiene así la tendencia reportada en el 2007, dónde destaca que la discriminación es realizada por personas cercanas o de los entornos directos de las víctimas. Sólo la población trans reporta discriminaciones por desconocidos en mayor proporción.
Cabe hacer notar que destacan en los reportes de discriminación dos instituciones: las iglesias y el colegio como lugares de gran discriminación, lo cual obliga a poner el acento en tarea que los responsables de estas instituciones tienen de generar ambientes propicios para estas prácticas, ya sea por acción, como ocurre en el caso de las iglesias, o bien por omisión, como ocurre en muchos lugares de estudio donde no se aborda en forma seria el problema del maltrato.
No es de extrañar que ante tales niveles de discriminación las personas de la diversidad sexual se movilicen y estén exigiendo mayores derechos, mayores coberturas de políticas públicas y cambios culturales que den cuenta de la discriminación. A pesar de que las orgánicas de la diversidad son pequeñas, han mostrado capacidad de respuesta, de planteamientos concretos y de exigencias ante el mundo gubernamental y las instituciones en general. De no existir tales respuestas, el riesgo de una mayor radicalidad del movimiento y una mayor crítica al sistema está a la puerta del horno.
Al mismo tiempo, la reforzada alianza de algunos de ellos, y en especial de MUMS, con otros movimientos sociales, reafirma el rol activo y participe de la diversidad sexual en la generación de movilización y participación social.
* Fernando Muñoz es coordinador político del MUMS.

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Las columnas de opinión no necesariamente reflejan el pensamiento de MUMS.