Por Carlos Sánchez (1)

Texto presentado en «IV Encuentro de Estudios de Masculinidades» 2003

INTRODUCCIÓN

En América latina, a medida que transcurre el tiempo, las luchas sociales se agudizan y a pesar de ello los gobiernos y el mundo empresarial insistenen estru­ jar a los trabajadores y trabajadoras mediante la aplicación del modelo econó­ mico que impone el Fondo Monetario Internacional y la Banca Mundial.

Hay más pobres en el mundo, más pobres en América Latina, más pobres en Chile. De acuerdo a las estadísticas económicas y sus indicadores, la distribu­ ción de la riqueza sigue siendo más desigual que antes, aunque en Chile el modelo económico muestre índices de crecimiento sostenido.

Pero hoy nos interesa señalar que en este camino, algunos sectores se verán beneficiados y, en virtud de esos pocos, se sacrificará a una inmensa mayoría. El «progreso» es más importante que el desarrollo humano.

Para los homosexuales este axioma no es nuevo. Muchas veces se nos ha sacrificado por el solo hecho de ser una minoría intangible, invisible. Cientos de asesinatos por razones de homofobia al año en América Latina quedan en la total impunidad. Y podemos af11111ar que esa impunidad es pura y simple homofobia institucionalizada. No es casual que los crímenes queden impunes.

Para algunos grupos de homosexuales en América latina y otros en Chile el trabajar en el seno de la comunidad «gay» o desde la «comunidad gay» nos ha exigido iniciamos en el camino de la reflexión teórica acerca de nuestra expe­riencia y realidad.

Constatar que la discriminación por orientación sexual no se resuelve por el solo hecho de levantar una plataforma de demandas, ni crear un movimiento que reivindique determinadas cuestiones, hasido el comienzo de la reflexión. A poco andar la lucha global de la comunidad homosexual organizada evidencia­ ba que tenemos ciertos ámbitos descubiertos. Espacios, rendijas e intersticios que no se pueden llenan con la conquista de determinados derechos civiles y políticos.

Por ejemplo, el avance hacia la conquista del derecho a la libertad, la despenalización de la sodomía o el reconocimiento legal de las parejas de hecho, no dan respuesta a la situación de discriminación que la propia comuni­ dad homosexual ejerce sobre la lesbianidad, la bisexualidad, la transexualidad y transgeneridad, sin dejar de mencionar a la tercera edad, las etnias, la discapacidad, entre otros aspectos.

Percibir este fenómeno en el resto de la sociedad es fácil, pero tomar razón de lo que pasa con nosotros y nosotras mismas es una situación más compleja.

Discriminamos porque vivimos insertos en una sociedad dividida en clases, en castas, grupos de poder y, por supuesto, en categorías de género y sexo en una sociedad que discrimina y somete a los catalogados parias, pobres, débi­ les, marginales, minoritarios, indeseables, desviados, enfermos o anormales.

Nuestra lucha social y política nos ha llevado a concluir desde hace mucho tiempo, que la población homosexual es machista, misógina y conservadora, Y los resortes que se mueven para que ello ocurra son cuestiones de orden so­ cial, económico, político e ideológico.

Pero la constatación también nos lleva a buscar respuestas y estrategias para enfrentar esta situación. Simplemente por una cuestión de humanidad, de soli­ daridad y principio básico de respeto hacia nosotros mismos y los demás.

En este camino, hoy queremos introducimos. Mostrar las dificultades que he­mos encontrado y cuáles han sido las propuestas que hemos iniciado a cons­truir y en qué momento de ella estamos.

LOS ORIGENES

El movimiento homosexual en Chile, es novísimo, como asimismo en gran par­ te de Latinoamérica. Su expresión política propiamente tal tiene sus primeros atisbos en la década del 70. De acuerdo a lo que podemos constatar en los archivos de los medios de comunicación y por algunos investigadores. Diver­ sas manifestaciones de homosexuales se registraron en aquella época en Amé­ rica Latina y en Chile para protestar contra la represión po lici al.

En Chile eran grupos que se identificaban como trabajadores sexuales o vinculados al ejercicio del comercio sexual, y por el hecho de ser homosexuales sufrían una persecución mucho más aguda y violenta.

Sin embargo no podemos af11111ar que dichas movilizaciones daban a entender la existencia de una identidad política homosexual propiamente tal, ya que se estaba aún con la auto convicción de que la homosexualidad era un fenómeno anormal o patológico (recordemos que recién en 1973 la Sociedad Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad de la lista de patologías).

En Chile el movimiento de homosexuales de esa época no constituyó un movi­miento social sino mucho más tarde, debido principalmente a que no existía la convicción política con respecto a la injusticia que implicaba la segregación por orientación sexual. Su motivación se centraba fundamentalmente en res­ponder a la violencia policial.

En la actualidad podemos reivindicar aquellos movimientos   como los pione­ ros, los iniciales, que abrieron la posibilidad de gestar un cuerpo organizado posteriormente para reclamar por la igualdad de derechos y la despenalización de la sodomía.

Si revisamos la prensa de aquella época, y si consideramos el contexto político de entonces en América Latina, sometido a violentas dictaduras militares, en Chile no cabía posibilidad de iniciar la construcción de un movimiento social lésbico homosexual por sus derechos civiles y políticos, como ocurría en otros continentes. Más aún si pensamos que en Estados Unidos el Movimiento Ho­mosexual tomó fo1111a más política sólo a fines de los años 60, con la revuelta de Stonewall y el pronunciamiento del Frente de Liberación Homosexual, quienes reivindicaron la homosexualidad como una opción personal y un derecho humano vinculado con la libertad individual.

Esta revuelta significó una expresión política que motivó un trascendental cam­ bio en la población homosexual de tocio el continente. Pero ¿Por qué tuvo que ser una revuelta la que pusiera término a las razzias y allanamientos de los que eran víctimas los homosexuales de Nueva York?

Fue, sin duda un acto de fuerza, un acto político. Un hecho que pudo ser entendido por las estructuras de poder, el parlamento y el gobierno de la épo­ ca. Nunca fueron oídas las demandas ni se consideraron las solicitudes de entrevista con las autoridades de entonces. Sin embargo funcionó la fuerza de las masas, la fuerza del movimiento social, la fuerza política.

Destaco: »fue un acto de fuerza que pudo ser entendido por las estructuras de poder». Es decir un acto desarrollado en el mismo lenguaje de quienes ejercían el poder que sometía por la fuerza a los homosexuales: el lenguaje de la movi­ lización política

Basados en la comprensión de que las estructuras de la sociedad están hechas de una argamasa patriarcal y violenta, éstas solo entienden a los sometidos en la medida que se levantan con fuerza y presionan, incluso con la violencia, para dar cuenta de lo que ya no quieren vivir.

Esto lo podemos constatar a diario en cada situación de conflicto que se nos presenta hasta con la compañía de teléfonos. Si no reclamamos con fuerza y a través de los medios de comunicación o a través de ciertas instituciones del Estado, difícilmente nos toman en cuenta. Hay que tener fuerza política.

De este modo se obtuvo el reconocimiento de los derechos de los homo­ sexuales en Nueva York; así mismo se logró que la Asociación Americana de Psiquiatría, excluyera a la homosexualidad de la lista de enfermedades menta­ les. Esta resolución no fue un simple acto de voluntad política emanado de una reflexión teórica o con rigor científico, sino que fue producto de la presión ejercida por el Movimiento Homosexual que en aquella época llegó a copar la sala en donde se realizaba la Asamblea Nacional de la asociación para resol­ ver sobre el asunto.

Al final se demuestra que las enfermedades son categorías políticas de exclu­ sión social, establecidas desde instancias de poder, como puede ser la medici­ na. No sólo los homosexuales hemos debido sufrir la segregación a partir de la patologización de la homosexualidad, sino también otros sectores de la socie­ dad, como es el caso de las personas catalogadas «enfermas mentales», mu­ chas de las cuales son segregadas por el solo hecho de definírselas como «enfermas» .. La sociedad actual está estructurada para las »personas sanas» y »capaces», categoría o estatus que brindan ciertas estructuras e instituciones revestidas y reconocidas por su carácter científico o religioso.

Con esta lógica y racionalidad nos hemos encontrado en cada esquina y en cada situación de conflicto: la medición científica, la cuantificación de los datos, la rigurosidad científica para convencer y persuadir a quienes están en el poder ….

Reflexión: el hecho de pertenecer a la especie hu­ mana, nos obliga a hacemos cargo de las institu­ciones que la humanidad ha creado.  Sinceramente, a veces dan ganas de ser un burro.

Los OBSTÁCULOS

La despenalización de la Sodomía

A partir del año 1994 se dio inicio a una campaña por la despenalización de la sodomía, y dicha campaña nos implicó un serio desafío: convencer a los que no estaban convencidos: los parlamentarios, autoridades de gobierno, la igle­ sia, las organizaciones sociales, las organizaciones políticas, e incluso a la pro­ pia comunidad homosexual, entendida como aquel segmento de la población que encontramos en las noches en medio de discoteques y bares.

Pero ¿convencer a los parlamentarios de qué? De que no éramos enfermos, ni pedófilos, ni desviados, ni más pecadores que el resto de la sociedad, ni me­ nos buenos, ni menos malos. En definitiva, persuadirlos que éramos igual que ellos, insinuando con ello que el diputado que estaba sentado a su lado podía ser igualmente homosexual y eso no tenía que importarle a la hora de tener que legislar. Hoy día podríamos preguntamos si eso en realidad pudo importar, en virtud de lo que pasó con el Juez Calvo.

Ese examen que debimos pasar era realmente patético: debíamos demostrar que e,ramos inocentes.

Algunos parlamentarios argumentaron su temor de que la población homo­ sexual fuese a crecer de manera logarítmica en Chile. Nunca supimos en qué se basaba para decir eso, pero suponemos que era porque entendía que mu­ chos homosexuales estaban en el closet y podían hacerse evidentes. Cuestión que era lógica.

Debimos argumentar que con el derecho a voto de la mujer, no iban a haber más mujeres que las que ya había. Ellas siempre estuvieron allí. Lo mismo pasaba con los homosexuales.

El primer obstáculo: Convencer a quienes están en los espacios de poder político de que los grupos marginados, excluidos formamos parte de la naturaleza humana(2), y no constituimos ningún peligro por nosotros mismos, sino por nuestra condición de excluidos. Es una de las barreras difíciles de ven­cer, porque implica tener la capacidad de llegar hasta dichos personajes y esta­blecer una relación de trabajo sostenido en el tiempo. Pero es más dramático aún, el tener que convencerlos que tenemos los mismos derechos más allá de que podamos constatar que tenemos diferencias de carácter social, políticas, ideológicas o sexuales. Para lograr esto se requiere capacidades políticas que no siempre los pobres y marginados tienen la capacidad de articular.

Tuvimos que enfrentar el pesimismo y la incredulidad en la comunidad homo­ sexual, haciendo un doble esfuerzo por convencer no sólo a quienes tomaban las decisiones por nosotros y sobre nosotros, sino además a nosotros mismos, esto era algo desgastador y agobiante.

Un segundo obstáculo lo constituyen los procesos de negociación con las estructuras de poder político. Comprendimos que en el Parlamento las leyes no se discuten: se negocian. El Parlamento es como la bolsa de los derechos. Algunos derechos se transan como quien compra un saco de papas.

Dado que la mayoría de los chilenos no somos negociadores, sino simples sujetos y sujetas que establecemos relaciones de horizontalidad, compañeris­ mo, familiaridad entre las personas, las posibilidades de negociar en igualdad de condiciones evidentemente son muy limitadas.

Entendimos que la sodomía no iba a ser despenalizada si no satisfacíamos la demanda de algunos parlamentarios que exigían que se diera una señal a la sociedad de no aceptación plena de la homosexualidad.

Estaban dispuestos a aceptar que las relaciones homosexuales entre adultos no podían ser sancionadas, porque eran privadas y consentidas, y no se podía demostrar fehacientemente la existencia del hecho punible. Pero había que poner un límite para »proteger a los niños», De ese modo se vinculaba la ho­ mosexualidad con el riesgo de »perversión» a los niños, idea que insistente­ mente los parlamentarios de derecha e incluso algunos oficialistas sostenían.

Algunos parlamentarios progresistas entendieron que si queríamos lograr la despenalización de la sodomía (lo que sería un símbolo políticamente impor­ tante para la sociedad y para la propia comunidad homosexual) había que mantener la sanción a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo con menores de edad.

Aparentemente se avanzaba allí, en ese terreno, porque todos los grupos gays y lésbicos declarábamos oposición a la pedofília.

Sin embargo, en Chile no se ha resuelto ni se ha presentado propuesta alguna al Parlamento acerca de la edad de consentimiento y discernimiento sexual en el caso de jóvenes lesbianas u homosexuales, con lo cual el artículo 365 del Código Penal, que antes definía a los homosexuales como delincuentes, esta­blece ahora arbitrariamente un trato desigual y discriminatorio contra homo­ sexuales y lesbianas, en tanto la edad de consentimiento para hombres y muje­res heterosexuales es inferior a los diez y ocho años. Así la dificultad para los jóvenes en establecer relaciones de pareja no podrá ser posible, so pena de que la familia del menor de diez y ocho años alegue contra su pareja mayor de diez y ocho, apelando al artículo 365 del Código Penal.

Tercer obstáculo: Para negociar políticamente debemos demostrar que tenemosfuerza. Los parlamentarios dispuestos a apoyar causas relacionadas con situaciones de discriminación de minorías, son pocos. Antes de apoyar cualquier iniciativa que favorezca a algún sector social, sacan la calculadora y miden el rédito electoral que puede significar para su campaña futura o el be­ neficio económico o social que puede implicar a su distrito.

Y dado que estamos hablando de una población invisible, intangible, y sin dere­chos … entonces la calculadora nos multiplica por cero y asunto concluido.

Como decíamos al comienzo … constatar que el cambio legal no implicaba necesariamente un cambio en las condiciones reales de vida de la población homosexual fue parte del proceso que vivimos3•

Las Campañas electorales

Entonces nos percatamos de que la sensibilización social, a los líderes de opi­ nión y a las organizaciones sociales y políticas debía ser el paso más largo y más profundo que debíamos dar. Es decir, teníamos que penetrar a la columna vertebral de la sociedad, que se articulaba en los partidos políticos y en el mundo social, y no solo en los poderes del Estado. Si es necesario producir un cambio cultural, este debe comenzar en todos los ámbitos de decisión y articu­ lación política de la sociedad. Incluyendo el económico.

Cuarto obstáculo: Los espacios políticos no se conceden, se ganan. A dos años de haber iniciado la campaña por la despenalización de la sodomía, se presentan las elecciones municipales. Espacio que ofrecía la oportunidad a múltiples sectores, de expresar una voz diferente de las que ya se habían articulado en el pasado.

En Chile el cuestionamiento a los partidos políticos que había iniciado la dicta­ dura militar comenzaba a hacerse un hecho real y tangible. De allí que los propios partidos políticos estratégicamente incluyeron en sus listas electorales a personalidades y dirigentes sociales que podían significar un elemento de atracción más que de disenso. Es así como en dicha campaña se presentan varios cantantes, actores y personalidades del mundo de la cultura indepen­dientes, a participar en la campaña electoral. Tanto la derecha como los secto­res gubernamentales se aplicaron en esta estrategia.

Algunos grupos de homosexuales, por sí mismos, habían tomado la decisión de integrarse en este proceso, a pesar de que nadie los había llamado a parti­ cipar. Ningún partido político había considerado incluir en sus filas a un candi­ dato homosexual o candidata lesbiana. No eran temas, era la imagen, el mer­ cadeo de imágenes lo que se busca transmitir.

Se llegó así a un acuerdo con el Partido Humanista, de manera que el primer candidato abiertamente homosexual en Chile se presenta como candidato a concejal por la Comuna de Santiago. Se pensó en este partido, porque era el partido con el cual, en ese momento, el candidato que llevábamos se sentía mas cercano.

Quinto obstáculo: en Chile la instuucionalidaâ política está hecha para elbinomio Centro-Derecha, quedando excluida cualquier expresión que no se integre a las visiones político-ideológicas que esa polaridad representa.

El acuerdo con el Partido Humanista fue muy simple. No hubo compromisos ni obligaciones. Fue un acuerdo sin mayores condiciones, salvo que las orga­nizaciones de homosexuales comprometidas en dicha campaña haríamos lo que estuviera a nuestro alcance para desarrollar la campaña electoral como quisiéramos.

El Partido Humanista, si bien integró a su plataforma programática la situación de las minorías sexuales, y ello no fue parte del acuerdo, sino simplemente surgió como una cuestión obvia y de acuerdo a su mirada de la realidad chile­na. Para los Humanistas la emergencia del movimiento homosexual implicaba que había que darle inmediato reconocimiento a sus demandas, cuestión que dicho partido integró sin dificultades a sus documentos programáticos.

Pese al gran despliegue económico y social de los partidos Humanista y Co­ munista en esa campaña, tuvieron un levísimo impacto en los resultados, lo­ grando obtener una alcaldía y varios cargos de concejales a lo largo del país, pero absolutamente insuficiente para superar los grados de invisibilidad en una futura elección.

Efectivamente, los medios de comunicación distribuyeron el tiempo de propa­ ganda electoral de acuerdo a los resultados de la campaña anterior, dejando a los humanistas con un ridículo tiempo de 30 segundos para mostrar sus spots electorales.

Obviamente en ese tiempo imposible resultaba mostrar los contenidos de Ia plataforma de los grupos homosexuales.

El sistema binominal de elecciones obviamente favorecía desde esta perspec­ tiva sólo a los partidos aglutinados en el centro político (la Concertación de Partidos por la Democracia) y la derecha (Alianza UDI-RN-Unión Centro Centro), que eran los que habían obtenido mayor cantidad de votos. Los par­ tidos de izquierda aún estaban diezmados y prácticamente inexistentes por efecto de la represión y persecución dictatorial, aun a seis años de haberse puesto fin a dicho régimen.

Sexto obstáculo: el quehacer político debe tener influencia  en  los me­ dios de comunicación, por lo tanto estar vinculados a sus intereses eco­ nómicos (vender noticias). El candidato que postulamos, era un dirigente social de larga trayectoria, legitimado en el movimiento homosexual para esta campaña a través de un proceso de elecciones primarias. Sin embargo el bajo perfil público de la campaña se debió esencialmente a la insuficiencia de recur­ sos económicos para mover una maquinaria comunicacional, alternativa a Ios medios oficiales, que se empeñaban en llenar las páginas de acuerdo a los votos obtenidos en las campañas electorales pasadas.

El Editor del Diario La Nación de aquella época, nos decía que el espacio publicitario y noticioso de nuestro candidato era casi cero puesto que ellos otorgaban ese espacio de acuerdo a las elecciones pasadas, y dado que los homosexuales no habían presentado candidato antes, no había estadística que les permitiese probar que les correspondía una cuota mayor de publicidad.

Crear noticia entonces era el desafío. Constatamos que los medios de comu­ nicación eran empresas económicas, y habían perdido totalmente el sentido original de ser medios abiertos a la opinión y el pensamiento de manera plural. Se habían convertido en espacios totalitarios y uniformados, en los cuales no importaban las ideas ni el pensamiento. Sólo el poder del dinero.

Obviamente para los grupos sociales y políticos que representaban a los sec­ tores excluidos y marginados, esa posibilidad era remota.

La experiencia con el Partido Comunista

Como resultado del acercamiento y amistad personal de Pedro Lemebel con Gladys Marin, que se alimentó durante la campaña presidencial del año 1998, el Partido Comunista de Chile tomó la iniciativa a comienzos del año 2000 de constituir un área de trabajo sobre diversidad sexual al interior de sus filas.

Dicha decisión fue comunicada públicamente durante una Conferencia de Prensa que los movimientos gays y lésbicos realizaron el día 16 de septiembre del año

2000, con motivo de la convocatoria a la Marcha del Orgullo Gay Lés bico de ese an-o.

Este hecho motivó a que algunos dirigentes homosexuales evaluasen la posibi­ lidad de abrir un quehacer político más sistemático con los partidos políticos y grupos de izquierda, al margen o más allá de los procesos electorales.

Se inició un acercamiento de las diversas expresiones gay lésbicas que ideoló­ gicamente se definían de izquierda, para ponemos de acuerdo en una estrate­ gia de intervención hacia los partidos políticos de esa corriente.

Séptimo obstáculo: el gobierno resiente nuestro acercamiento hacia loscomunistas. Se quiebra y resiente la relación con la División de Organiza­ ciones Sociales del gobierno.

Por iniciativa de las organizaciones  de homosexuales,   se constituyó  el año 2000 una Asamblea Multicultural», en la cual participan, discapacitados, etnias, mujeres, jóvenes, gitanos, homosexuales, trabajadoras sexuales, entre otras, y que contaba con el apoyo del programa de Tolerancia y No Discriminación de la División de Organizaciones Sociales del Gobierno.

En esa instancia participábamos como uno de los protagonistas centrales de las propuestas políticas que se articulaban en la relación con el gobierno cen­ tral. Pero bastó que se enteraran de que estábamos aliados con los comunistas en la campaña electoral y se maniobró abierta y groseramente nuestra salida de dicha instancia, quedando la iniciativa política de la Asamblea Nacional Multicultural en manos de dirigentes sociales militantes de Partidos de la Concertación por la Democracia.

Esto demostraba que el Programa de Tolerancia y No discriminación no esta­ ba tan convencido de la Tolerancia y mucho menos de la No discriminación.

Octavo obstáculo: el prejuicio y el machismo pre-dominante entre los marginados. Una de las primeras barreras que debimos vencer en la relación con los partidos y grupos de izquierda, es el prejuicio y el temor a ser estigma­ tizados por la relación con los homosexuales.

Efectivamente al igual que en el caso de los parlamentarios, con la militancia de izquierda, tanto de base como a nivel de sus dirigencias, tuvimos que «demos­ trar» que »éramos revolucionarios» y «combatientes», Bs decir, que pertenece­ mos a las filas de los oprimidos. Porque todavía existe la creencia que las teorías de género y la diversidad sexual son cuestiones ideológicas provenien­ tes del enemigo imperialista que pretende infiltrar a los partidos y movimientos revolucionarios.

Sin duda esta argumentación es reflejo de la misma ignorancia que manifesta­ban los parlamentarios que pensaban que los homosexuales íbamos a crecer en cantidad si se despenalizaba la sodomía. Esta prueba logra superarse cuando días antes de las elecciones parlamenta­rias, en la cual personalmente me toca asumir la representación de los homo­ sexuales en la lista del Partido Comunista, las fuerzas policiales y judiciales inician el desalojo de la sede central del Partido Comunista.

En aquella oportunidad participamos activamente en la defensa de la sede, porque entendíamos que era un acto de injusticia que se cometía con el Parti­ do Comunista y con la izquierda en general, que había sido brutalmente perse­ guida por la dictadura militar y que el derecho de los comunistas a que le devolvieran su sede era a nuestro juicio, un derecho inalienable. Ese evento termina con muchísimos detenidos y heridos.

A partir de ese momento, la militancia comunista logra entender que los homo­ sexuales de izquierda éramos personas con el mismo valor y coraje que cual­ quier luchador popular. Fue una demostración de fuerza, e indudablemente un claro gesto distintivo masculino de pertenencia. Pero una vez alcanzada la con­ dición de valor e igualdad, se midió nuestra fuerza electoral. Factor determi­ nante para saber si efectivamente los sectores de resistencia al interior del PC ganaban la batalla frente a los homosexuales.

En la comuna de Santiago, la dirección del Partido Comunista no estaba de acuerdo en nuestra participación en su lista como candidato único. Razón por la cual se incluyó a una compañera como acompañante.

El resultado electoral fue del 5,5 % aproximadamente entre ambos candida­tos. 2,3 % el candidato homosexual, 3 ,2% la candidata comunista. Cifras rele­vantes para la comuna y significativa para los homosexuales en la lista comu­nista, porque se vencía la barrera de la medición de fuerzas entre ambos can­didatos. Un pequeño grupo de homosexuales y lesbianas aporta el 40% de los votos a la lista del PC en la comuna de Santiago. Definitivamente la política de la diversidad sexual se afirmó en el PC6• Otros grupos de izquierda, carecen de interés por iniciar un trabajo en esta línea, pero no porque no comprendieran la importancia que tiene el enfoque de género y la sexualidad, sino porque son pequeños grupos de militantes y sus metas organizativas están centradas en otros frentes sociales. Sin embargo han manifestado, a propósito de la experiencia con los comunistas cierta simpatía y mayor entendimiento con los temas relacionados al género y la sexualidad.

Con todo, en el Partido Comunista en la actualidad un grupo importante de mujeres y hombres ha comenzado a exigir e integrar a sus políticas el enfoque de género y de diversidad étnica, cultural, religiosa y sexual.

Este hecho tuvo resonancia en la propia comunidad homosexual organizada. Recientemente el Partido Socialista de Chile inició una iniciativa en el mismo sentido. Es una posibilidad que a futuro promete asentarse al calor de la expe riencia, los errores y los aciertos, que a los comunistas les está sirviendo para entender de qué hablamos cuando hablamos de poder y de sexualidad.

Noveno obstáculo: el lenguaje a veces es una imitación. ¿Cómo referir­ nos a nosotros y nosotras? ¿Gays? ¿Minorías sexuales? ¿Diversidad sexual?

Cuando los comunistas decidieron integrar el concepto de diversidad sexual, lo hicieron recogiendo la terminología acuñada en las demandas del movimien­ to homosexual. Pero se hizo lenguaje cotidiano al interior del PC cuando el Comité de Izquierda por la Diversidad Sexual, en alianza con ellos, comenzó a desarrollar actividades permanentes. Entonces los comunistas comienzan a hablar de »los compañeros y las compañeras de la diversidad sexual» con lo cual eufemísticamente se trataba de decir «homosexuales» o «gays» o »lesbianas».

Si bien el término utilizado por el Partido Comunista es adecuado en tanto per mite la integración de cualquier persona militante de ese partido al queha­ cer político y social vinculado a la sexualidad; debemos decir que tampoco permite visualizar a los diferentes sujetos y sujetas que componen dicha diver­ sidad, que por este hecho deben darse por comprendidos y comprendidas.

Por otro lado el uso eufemístico connota también que aiín no se ha internalizado que cada militante político es parte de la diversidad, y que los compañeros de la diversidad no son sólo los homosexuales ni las lesbianas. Por otra parte, el tét mino »gay» adoptado por los socialistas, denota una clara exclusión de las lesbianas, las cuales en Chile, no se identifican con el concepto nila categoría. Aunque debemos conceder que los socialistas que han tomado la iniciativa son sólo hombres gays, es natural que en la actualidad ellos se encuentren siendo medidos cuantitativa y cualitativamente en términos políticos, razón por la cual se verán forzados a hacer demostraciones y gestos políticos de fuerza con el fin de ganar adeptos y voluntades políticas favorables al interior de sus filas,

Ello implica que todavía queda un camino por andar y comprender. El debate sobre género y diversidad aún es una tarea por desarrollar en la izquierda política chilena.

Décimo obstáculo: El anticomunismo y la despolitización en la comu­nidad homosexual organizada. Este factor  jugó  un papel fundamental al comienzo, porque resentimos una situación de abandono y separación por parte de la comunidad organizada. Sin embargo luego entendimos que esa iba a ser nuestra característica y que entonces lo que debíamos hacer era estable­cer un orden de jerarquía en las relaciones con las organizaciones de la comu­nidad homosexual. Unas son más aliadas que otras. Pero todas son potencial­ mente aliadas.

También el caudillismo y el sectarismo en la comunidad homosexual jugaron un papel en tanto se intentó estigmatizar a los dirigentes de izquierda simplemente como comunistas.

LAS ALTERNATIVAS

Dos experiencias políticas interesantes se han venido desarrollando con poca comprensión por parte del movimiento homosexual, en cuanto a sus proyec­ ciones y futuro desarrollo.

La primera de ellas es el establecimiento de alianzas más allá del ámbito estric­ tamente específico de las reivindicaciones que nos toca enfrentar.

El acercamiento al gremio de los profesores, los trabajadores de la salud, las etnias y pueblos originarios, las mujeres campesinas, los jóvenes, las barras de los clubes deportivos, las organizaciones     de pobladores, juntas de vecinos, tercera edad, entre otras nos ha posibilitado articular espacios de coordina­ción estables y permanentes en torno a plataformas mucho más amplias y de cuestionamiento     al modelo económico y social, abriendo una frontera de de­ bate y consensos mucho más rica en contenidos y procesos de aprendizaje.

Efectivamente, este acercamiento y relaciones de confiml™ munias desarro­ lladas en trabajos y luchas comunes, frente a una situación que nos afecta a todos y todas, posibilita el llegar a acuerdos para el desarrollo de políticas específicas mas concretas.

Así, por ejemplo los procesos de sensibilización de los dirigentes sociales y políti­ cos se han facilitado en la medida que tenemos un espacio político y físico que compartir con todas estas expresiones sociales. Como cuando hemos tenido que compartir con otras organizacionesla planificación y conducción de una caravana de cientos de personas hacia el Foro Social Mundial –para participar en diversos paneles de debate con organizaciones de otros países-, hemos podido constatar que los diversos grupos nacionales desean prepararse y conocer más los distintos temas y aspectos que se relacionan con cada uno de los otros grupos.

Así el trayecto del viaje se convirtió en una verdadera escuela de educación sexual para muchos y muchas de las que viajaron con nosotros. Del mismo modo nosotros pudimos internalizar la situación de las mujeres campesinas, y el impacto de los acuerdos de libre comercio en nuestro país, como en el resto de América Latina.

Este aprendizaje común, esta confianza derivó en la necesidad de articular un espacio de trabajo permanente en Chile, y es lo que hoy constituyen las Asam­ bleas Populares Pro Foro Social Mundial.

El Foro Social Mundial es una instancia de reunión privilegiada para el mundo social y político popular, en tanto es un espacio en el cual se encuentran la paridad y la diversidad que promete articular propuestas globales alternativas al modelo económico imperante.

La segunda experiencia alternativa, es el intento del movimiento homosexual por encontrar formas de organización que nos aproximen y nos vinculen al resto del movimiento social no como una fuerza social auxiliar, sino como parte integral de las fuerzas motrices de los cambios sociales y culturales por los cuales estamos luchando. Es así que pensamos la idea de constituir un sindicato de trabajadores y traba­jadoras gays y lesbianas, con el propósito instar a que las organizaciones sindicales existentes inicien un proceso de apertura hacia la diversidad sexual y el género, y hacia la comprensión y de-construcción de las relaciones de poder machistas de sus propias organizaciones.

Esperamos que trabajadores y trabajadoras gays, lesbianas y bisexuales que antes nunca sintieron atracción por participar en sindicatos, puedan encontrar en el futuro un espacio para el despliegue de sus ideas e iniciativas de utilidad para el resto de los trabajadores y trabajadoras.

Por otra parte, la sola idea de constituirnos como sindicato implicó que diri­ gentes sindicales de otras áreas de la producción se sintiesen interesados en que participemos en una instancia de refundación de la central Unitaria de Trabajadores de la Zona Centro.

Con ello para el movimiento homosexual se abre otra puerta de alianza social interesante, que permitiría contar con el apoyo político de los trabajadores y trabajadoras   no  sólo  en  Santiago,  la  capital, sino desplazar el esfuerzo organizativo a lo largo del país en los próximos cinco años.

(1) Sociólogo. Secretario para América Latina dc I LG A (Asociación Intcmacional dc Gays y Lesbianas).

(2) La primera marcha del orgullo gay lésbico, (28 de junio de 1997), en la cual participó una treintena de personas, estuvo encabezada por un letrero que rezaba: »Somos una realidad Humana», evidenciando efectivamente que en las instituciones del estado a los homosexuales se les otorgaba una condición de inf eri or categoría.

(3) Efectivamente, en Chile la sodomía nunca fue sancionada porque no se podía demostrar, en cambio, siempre se ha aplicado y aún se aplica en forma sistemática, el artículo 373 del Código Penal, que sanciona las ofensas al pudor y las buenas costumbres. Con ello muchas travestis son diariamente detenidas, y las parejas del mismo sexo que son sorprendidas en ciertos lugares públicos y plazas tomadas de la mano, abrazadas o besándose también corren el mismo riesgo.

(4) El candidato era Roberto Pablo, actor, en ese entonces dirigente de] Centro Lambda Chile.

(5) Iniciativa que formaba parte de un proyecto liderado por el Movimiento Unificado de Minorías Sexuales, financiado por la Agencia Holandesa Cordaid y la Unión Europea

(6) Una anécdota está referida al hecho de que algunos compañeros nos criticaron abiertamente porque según ellos estábamos infiltrando a su Partido. Ante tamaña  acusación,  una  compañera lesbiana comunista les señaló  con  claridad:  Si es necesario  infiltrar al partido para que sirva a los marginados, bueno, lo vamos a infiltrar