Por Enrique Sanhueza

Era una lluviosa tarde del mes de febrero en el sur de Chile en plena época de la tiranía milica. Yo me encontraba guarecido al interior de la camioneta en que nos habíamos trasladado hasta ese lugar. Desde la ventanilla veo caer la lluvia y a él a unos pocos metros de distancia a la entrada del campestre inmueble. De pronto veo que comienza insistentemente a llamarme meneando una de sus manos y con cara de regocijo. El observaba hacia el interior algo que yo no podía ver desde donde me encontraba. Su alegre expresión y su empeño en que me reuniera con él, terminó por convencerme de que debía tratarse de algo muy especial que deseaba compartir conmigo. Pese a la lluvia salí y me dirigí decidido a ubicarme a su lado, necesitaba saber qué era aquello tan especial capaz de dibujarle esa sonrisa en su rostro: como si se tratara de una llave abierta comienzo a ver el derrame de la sangre formando un charco púrpura en el piso. Un ternero indefenso está siendo salvaje y certeramente degollado. Yo le miro a él con mucho reproche y me responde con una risa burlona. Huí y me encerré nuevamente en la camioneta a esperar a que el caballero terminara de supervisar el “trabajo”. Su broma de mal gusto me hizo comprender que quienes se divierten y deleitan abusando de su poder y causando sufrimiento a un animal no están muy lejos de disfrutar un día, de un ensañamiento similar en contra de un ser humano. El era ya un militar, un oficial de ejército, un valiente soldado…

Imposible evitar recordar hechos desagradables como aquél cuando por estos días ante la tragedia de Antuco, vuelve al tapete de la discusión pública el cuestionamiento a la obligatoriedad del Servicio Militar , la existencia de las FFAA, la calidad ética y moral del soldado chileno y el derecho a la OBJECIÓN DE CONCIENCIA derivado del derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y religión consagrado en el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, reconocido por el Comité de Derechos Humanos en la observación general 22 de 1993 y en la resolución 1998/77 del 22 de abril de 1998 de la Comisión de Derechos Humanos. Según esto, nuestra libertad de pensamiento, conciencia y religión nos permite defender el derecho a ser objetores de conciencia, a ejercerlo, a manifestarlo y a exigir ser respetados cuando adoptamos posturas antimilitaristas. Nuestro rechazo al Servicio Militar Obligatorio(SMO) viene como consecuencia de una repulsa hacia todo lo que entendemos por “fuerza armada” y al uso de la guerra y de la violencia en contra de nuestros semejantes. Repudiando y condenando a toda esa gama de personajes que han escogido la carrera de las armas y de la represión como su línea de vida y de desarrollo personal y laboral, en suma su vocación. Extraña vocación la de aquellos que no dudan en emplear sus armas y la violencia en contra de otro ser humano, generalmente indefenso. Bueno, no todas las psicopatías se refugian en centros Psiquiátricos, muchas encuentran su caldo de cultivo en los organismos represores de los Estados. Por eso debemos estar atentos cuando los ilustres parlamentarios se refieren a los cambios progresivos que deben experimentar las FFAA en relación a la incorporación voluntaria de nuestros jóvenes al Servicio Militar y a la profesionalización de estas fuerzas. ¿De qué profesionalización nos están hablando? A carreras tradicionales impartidas por universidades, institutos, centros de capacitación , que tienen por objeto la formación de profesionales que se constituyan en actores de importancia para el desarrollo y bienestar social, se las intentan parangonar con la carera militar que no es otra cosa que la formación de profesionales de la muerte!!!¿Qué estamos entendiendo por profesionales señores parlamentarios?… No pocas veces, como hemos visto en nuestra propia historia, estos profesionales de la muerte vuelven sus armas en contra de quienes les dan de comer, sus propios hermanos, su propio pueblo. Sus sublevaciones responden ciertamente, al objetivo y al criterio por el cual fueron creadas dichas fuerzas, es decir como medio de defensa de aquellos que han acaparado la riqueza y por consiguiente el poder. Así es como en Chile las FFAA han continuado siendo deliberantes y con una muy dudosa sujeción al poder civil constituyéndose en otro poder más del Estado. Durante estos últimos años, ello no ha parecido ser muy importante para aquellos ojos que están más pendientes de realitys que de otra cosa y para los cuales las FFAA se han desperfilado haciéndose más difuso en apariencias, su intervencionismo político. Sin embargo, sabemos que este se ha hecho más que patente en lo que al ámbito judicial se refiere. En la medida que la pseudo democracia concertacionista(la de la clase política que traicionó a su pueblo) que está aprobando y promulgando leyes secretamente, igual que en dictadura y que continúa administrando y profundizando los cambios perversos heredados de la tiranía militar, donde la señora economía neoliberal es la estrella rutilante que los enceguece en su ambición y que provoca las enormes desigualdades existentes y en que los intereses económicos nos privan de nuestros más fundamentales derechos a la vida, a la educación, a la salud y al trabajo convirtiéndolo todo en un gran y rentable negocio con el alto auspicio del Imperio del Norte, se ha creado un escenario en que las FFAA “garantes de la institucionalidad”, la de ellos y la de los grupos económicos que detentan el poder, se han mantenido sosegadas. Pero atentas y vigilantes para actuar en el momento en que los intereses en juego pudieran estar en riesgo, y muy bien que conocemos cómo ellas actúan, cómo se “pronuncian”. En estos casos valentía y cobardía no parecen ir separadas ni menos diferenciarse.

Pero para que los pronunciamientos se operativicen es menester no sólo contar con el más sofisticado armamento y aparataje bélico sino también con un elenco estable adoctrinado en la cultura de la muerte y en el manejo eficiente del instrumental mortífero. Las Escuelas Militares y el SMO proveen de este elenco que a diario juega a la guerra, a esas guerras imaginarias con nuestros vecinos del norte o con los de al lado. Y como todos los buenos alumnos, aspirantes a ser profesionales, aunque sea profesionales de la muerte, sueñan con hacer la práctica para ser distinguidos como tales y en el afán de conseguirlo, a falta de guerras con nuestros países vecinos, pueden no dudar en hacer blanco en contra del supuesto “enemigo interno”. Así en una antifilosofía de vida se prepara, se concientiza y se moldea la mente de los “guardianes”, no de fronteras pareciera ser, sino más bien del orden público, de sus instituciones y de los grupos económicos. En la Escuela Militar esta tarea se allana pues los futuros profesionales de la muerte provienen precisamente de aquellos sectores acomodados, de pudientes familias en las que no falta el hermanito sacerdote y el hermanito empresario y a las que la milicia tiene como objetivo resguardar, ya que vienen desde sus mansiones y high schools OPUS DEI con ideología fascista garantizada. Para la formación y mantención de estos “profesionales” se invierten una enormidad de recursos que bien podrían resolver los problemas de miles y millones de hombres, mujeres y niños en condiciones paupérrimas de vida. Al igual que en todo el orbe, los millones de dólares invertidos en las milicias deben usarse y aplicarse en: a) la modernización de armamentos, como disuasivos de guerra, de ostentación y superioridad ante vecinos con menor solvencia bélica o con distintas prioridades a la hora de elaborar los presupuestos de su nación( ya están los submarinos y las fragatas nuevas para que se diviertan los nenes), y para las guerras “preventivas” nueva moda instalada desde el imperialismo; b)En las Escuelas Militares a la formación de las nuevas generaciones de hombres y mujeres con espíritus golpistas; c)En los regimientos a la captura o “secuestro legal” como bien se le ha denominado al SMO, de nuevos reclutas a los cuales se les amaestra como a verdaderos animales, se les intenta anestesiar sexualmente, son escarnecidos y sometidos a todo tipo de tratos crueles y degradantes, a vejámenes y a torturas físicas y psicológicas. Y pobre de aquellos jovencitos que no presenten un comportamiento acorde a su sexo genérico. Así aquellos muchachos de los estratos socioeconómicos más bajos, con escasa educación, son la materia prima perfecta que ingresará a la maquinaria militar para ser procesada y obtener finalmente el producto deseado: UN SER HUMANO FRIO, AUTORITARIO Y ABUSADOR ANTE QUIENES PRESIENTE MAS DEBILES, DESPROVISTO DE RAZON Y DE VALORES, DISPUESTO A MATAR ANTE LA MENOR ORDEN EN ESE SENTIDO por aquello de la “obediencia debida”. Muchos no alcanzan a llegar al final del proceso pues han sido triturados al interior de la maquinaria, pasan entonces a formar parte de la gran nómina de conscriptos que mueren cumpliendo el SMO y para los cuales no hay justicia, simple y llanamente porque eran unos muchachitos pobres pertenecientes a familias de origen humilde. El SMO es por tanto la excusa perfecta para justificar por una parte los recursos de todos los chilenos que van a parar al mantenimiento de estas entidades parasitarias del Estado y de un sistema que a no ser por su obligatoriedad estaría más que agónico.

Y aquí surge la pregunta: ¿El Servicio Militar debe ser obligatorio o voluntario? NI LO UNO NI LO OTRO, PUESTO QUE LAS INSTITUCIONES ARMADAS NO DEBIERAN EXISTIR.*