Por Gustavo Villavicencio Aravena / 15-03-2009 / El Mercurio

Resolvió abrir su casa y hablar porque siente que ya ha procesado el luto y porque dentro de su etapa de sanación se contempla la verbalización del problema. «Se destruyó la familia que yo tenía con mis hijos», dice.

Es viernes y ha sido un día intenso para Karen Atala. Partió muy temprano en el XIV Juzgado de Santiago, donde trabaja como jueza, y terminó pasadas las 18:00 horas buscando un neumático para su auto. Nuestro punto de encuentro es en la estación Metro Tobalaba, donde Karen se convierte en el centro de las miradas. La gente la reconoce y murmulla, pero ella se impone y pareciera no importarle, a pesar de saberse observada. Caminamos por calle Hernando de Aguirre hasta la altura del 200, donde está su departamento, que comparte con su pareja, la historiadora Emma de Ramón, y con su hijo Sergio (de su primer matrimonio), que estudia medicina.

Abre la puerta de su departamento y los primeros en recibirla son sus dos gatos; luego aparece Emma, que le da un beso y le pregunta cómo estuvo el día. En el departamento de la abogada y de la historiadora todo es orden y luz. Un altar con imágenes de todas las religiones es la antesala a un gran living que mira hacia la cordillera. Las fotos de sus hijos ocupan un lugar privilegiado en el lugar. El sol se comienza a ocultar y Emma se acomoda en un sofá de cuero mientras comenta su osadía de trasladarse todos los días a su trabajo en moto, en pleno centro de Santiago. Karen trae Coca-Cola para los tres y se sienta, mientras su pareja hace recuerdos de sus tiempos de estudiante en el Colegio Mariano. Sólo interrumpe la conversación el ojo analítico de Emma, quien se da cuenta de que Karen ha puesto los libros al revés en la biblioteca y se pone de pie para acomodarlos. Karen no resiste mucho tiempo sentada, y comienza a desplazarse por todo el departamento, ante la atenta mirada de Emma.

-Es primera vez que usted da una entrevista. ¿Por qué decidió hacerlo?
-Porque recién ahora, después de casi cinco años desde que perdí la tuición de mis hijas, me siento capacitada emocionalmente para hacerlo.

-¿La etapa de luto terminó?
-He procesado mi luto y hablar es parte de la sanación. Además, creo que esa sanación también le cabe a la propia sociedad chilena: es el momento para abrir el debate frente a lo que me tocó vivir; creo que es bueno como país hablar de las condiciones en que vivimos las personas homosexuales, lesbianas, las minorías sexuales, en las leyes, en el espacio público.

-¿Cómo describiría la vida que llevan?
-Es una vida de segunda clase. La sociedad nos hace vivir una vida entre las sombras, con falta de libertad, de seguridad, de paz. Chile está entrampado en el tema de la violación de los derechos humanos, encapsulándolos en torno a los atentados a la vida y a la integridad corporal. Pero jamás se han respetado los DD.HH. de las personas que tenemos una orientación sexual diversa y queremos vivir conforme a ello. Un ejemplo que retrata nuestra indefensión absoluta es que no podemos disponer de los restos de nuestras parejas cuando han muerto. Cuando a Emma la operaron hace algunos años, pudieron entrar sin problemas a verla al posoperatorio sus padres; en cambio, yo no pude.

-¿Cómo siente el fallo de la Corte Suprema?
-Ese fallo, que me privó de la tuición de mis hijas, deja en evidencia que en este país las personas no somos consideradas iguales y que se hacen distinciones en torno a prejuicios, lo que evita la consolidación de una verdadera democracia.

«No fui tratada como cualquier otra mujer chilena»

-Según usted, ¿qué derechos suyos han sido vulnerados?
-Es un caso jurídico complejo para el Estado de Chile y no sólo para la Corte Suprema. El propio Estado chileno ha sido incapaz de brindar una protección real y efectiva a mi persona y a mis hijas. No fui tratada como cualquier otra mujer y madre chilena. Las demás, luego de una separación de su pareja, tienen derecho a rehacer su vida emocional. En mi caso no fue así, se me castigó. En segundo lugar, hubo falta de criterios objetivos en el fallo, pues primaron criterios como que yo «interpuse mis intereses personales por sobre los de mis hijas», evidentemente sin ningún sustento jurídico y que atentan incluso contra los derechos al trato equitativo de las mujeres en general. En tercer lugar, se dio un tratamiento desigual entre familias heterosexuales estereotipadas -es decir, padre, madre e hijos- versus las familias como la que formo con mi pareja y como tantas otras familias que no quieren o no pueden cumplir con el estándar. Finalmente, no hubo un juicio racional y justo, por cuanto el fallo de la Corte Suprema se realizó en el contexto de un recurso de queja disciplinario: un recurso administrativo contra el tribunal que falló y la Corte que ratificó ese fallo. Otro derecho vulnerado tiene que ver con injerencias arbitrarias y abusivas en la vida privada de mi familia y mía. Me refiero al sumario administrativo que se me siguió para indagar si era efectivo que fuese lesbiana.

-Tampoco se respetó el derecho a mantener la constitución familiar. Se destruyó la familia que tenía con mis hijos, interpretando la noción «interés superior del niño» de una manera abstracta, buscando un ideal de composición familiar, como dije, amparando el prejuicio y precaviendo un eventual daño futuro, es decir, el posible daño que las niñas podrían tener en el futuro. Abundan los antecedentes de que ese daño supuesto no existe.

-Además, se obstaculizó el derecho a tener un recurso efectivo mediante las sucesivas órdenes de no innovar que fueron dadas a pesar de los dos fallos positivos que había tenido en dos instancias judiciales legítimas. Específicamente, las sucesivas órdenes de no innovar dictadas que impedían que se me entregaran inmediatamente mis hijas, no obstante haber sentencia a mi favor en primera instancia y segunda instancia.

¿Violación a los DD.HH. o situación de carácter privado?

-¿En qué etapa se encuentra la denuncia que usted interpuso contra el Estado de Chile?
-La denuncia fue declarada admisible ante la Comisión; ahora se tiene que elaborar un informe señalándose los derechos humanos vulnerados y de ahí recién se pasará a la Corte Interamericana.

-¿Existe la posibilidad de una salida amistosa?
-Existen salidas alternas, pero en Chile la experiencia no ha sido buena en todos los casos. Recuerdo el de Sonia Arce, en que el Estado de Chile a través del gobierno se comprometió a terminar con el régimen de sociedad conyugal que hace que la mujer casada quede a merced de su marido; sin embargo, al llegar el proyecto de ley al Congreso no ha existido ni la voluntad de los parlamentarios ni de la fuerza política para cumplir con el acuerdo.

-¿Qué significaría para el Estado de Chile que lo condenaran por su caso?
-Sería decirle al Estado de Chile: «Deje de usar pantalón corto y póngase pantalón largo». Demostraría que Chile es un país tercermundista que tiene una deuda enorme con los DD.HH. Sería impulsar al Estado a garantizar a todos sus derechos a participar en la sociedad de manera equitativa sin importar su condición.

-¿Ha visto gestos de parte del Estado en este sentido?
-Desgraciadamente, ninguno, sino más bien contumacia. Siempre se topó con un punto de incomunicación muy grave, que es estimar que lo que me ocurrió no es una violación a los DD.HH. sino una situación de carácter privado. El gobierno no quiere ver lo que hay detrás de mi caso.

«Seré la negrita»…

-Usted acaba de participar en un congreso internacional en UCLA, California, sobre DD.HH. de las minorías sexuales en el mundo. ¿Cuál fue su experiencia?
-El congreso fue organizado por The Williams Institute UCLA School of Law y la International Lesbian and Gay Association (ILGA). Estuve junto a jueces de la Corte Suprema de Australia, de Argentina, de los estados de Oregón y Georgia. Fue una gran responsabilidad contar a esta enorme comunidad jurídica internacional el estado de los DD.HH. de las minorías sexuales en Chile.

-¿Ha influido su condición pública de lesbiana en su desarrollo profesional?
-No lo sé. Yo me siento aceptada por mis colegas y superiores. Un amigo abogado me dijo en su momento que yo era como el «negrito de Harvard», al que cuidan mucho para no ser considerados discriminadores. Así que, bueno, seré la «negrita»…

Caso de tuición asignada a padre gay: «¿Por qué no vemos lo positivo de ello? Esos niños están recibiendo amor»

-Esta semana se dio a conocer que un padre homosexual pidió la tuición de sus hijos, y la madre se la cedió. ¿Cree que se actuó en justicia en este caso?
-Absolutamente. El tribunal falla primero con lo que se acuerda entre las partes, luego se buscan soluciones conciliadoras, y además existe un Consejo Técnico que vela buscando lo mejor para los niños. Si hubiera controversia, el tribunal falla conforme al mérito del proceso, según lo mejor para los menores, y no conforme a valores religiosos o morales. La justicia no es justicia religiosa, como en los países islámicos. Por lo que pude observar, mucha gente desinformada y prejuiciosa cree que la justicia busca validar posturas religiosas. Ello no es así.

-A mí me quitaron mis hijas hace más de cinco años, y el debate fue intenso, pero no se logró nada. Ahora se vuelve a repetir un caso similar; sin embargo, las élites que están en el poder no hacen nada para remediar las cosas. La heterosexualidad no es prueba de idoneidad para criarlos. Es un prejuicio pensar que la homosexualidad es una enfermedad contagiosa. ¿Por qué no vemos lo positivo de ello?: esos niños están recibiendo amor.

-¿Cuál es en la actualidad su relación con sus hijos?
-He perdido la cotidianidad. Por ende, he trabajado mucho en el vínculo del apego. Cada día, hora, minuto del que dispongo con ellos los trato de estirar al máximo. Vivo con Emma y con mi hijo mayor. Mis hijas saben que mi casa está siempre abierta para ellas.

-Recordando el nacimiento de sus hijos, ¿qué ha significado en su vida la maternidad?
-Para mí es una realización personal, pero a la vez una responsabilidad inmensa. Viví cada uno de mis embarazos intensamente. A todos mis hijos les hablé cuando los tuve en el vientre. Les di pecho a todos mis hijos; incluso a la más pequeña la amamanté hasta los once meses, sólo para regalonearla.

-¿Qué papel juega Emma de Ramón en su vida?
-Es mi pareja y mi compañera.

-¿Cómo planteó el tema de su lesbianismo a sus hijos?
-Mi hijo mayor tenía 15 años, y él ya se había percatado de mi lesbianismo, así que sólo fue una verbalización de lo que él intuía. Las niñas eran muy pequeñas, por lo que tuvimos que trabajar el tema con terapia de familia, apoyada por muy buenos profesionales. Recuerdo que les compré un libro en España que se llama «Paula tiene dos mamás», que va narrando de una manera muy simple que Paula tiene dos brazos, dos piernas, dos ojos y dos mamás.