En las últimas semanas, el mundo de la diversidad sexual ha enfrentado una nueva arremetida de algunas autoridades eclesiásticas. Invitado por la Conferencia Episcopal y como huésped oficial del gobierno, el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, llegó hace unas semanas, y recién bajado del avión hizo declaraciones nada diplomáticas vinculando pedofilia y homosexualidad, como argumento de lo inexplicable: los casos de pedofilia al interior de la Iglesia. Las declaraciones terminaron el martes con el presidente de la Conferencia Episcopal pidiendo perdón por los actos de pedofilia cometidos por sacerdotes católicos, en Chile y el mundo, que en nuestro país afectaría a 20 casos de niños y niñas agredidos/as, conocidos; no sabemos cuántos más permanecen en silencio.
Cabe preguntarse si esta política comunicacional obedece a otra teología del error o es una mala estrategia para desviar la mirada y condenar nuevamente al infierno a la comunidad homosexual. El Secretario de Estado vaticano primero relaciona homosexualidad con pedofilia, citando estudios que nunca detalla; a ello se suma el obispo de Chillán, apoyando sus declaraciones, quien es desmentido por el mismo vocero vaticano, que aclara que se refiere a situaciones y estudios realizados al interior de la Iglesia. No obstante, el cardenal no se disculpa con los homosexuales que ha ofendido, tampoco la Conferencia Episcopal, ni el gobierno. ¿Será que es conocida en otras partes del mundo la situación de Chile, respecto de la inexistencia de una legislación que proteja la igualdad de derechos? ¿Será conocida la impunidad que existe ante la discriminación por orientación sexual? Si no, ¿cómo se explica que el cardenal venga y se permita esa violencia contra personas que luchan por construir una sociedad inclusiva, donde las diferencias sean una riqueza y no una amenaza?
Todo esto deja en evidencia la desprotección, vulnerabilidad y riesgo de maltrato que viven ciertos grupos sociales como los homosexuales, las lesbianas, los y las transgéneros y transexuales. Si bien en Chile existe una multiculturalidad, étnica, cultural, religiosa, es a la diversidad sexual a la que se echa mano para desviar temas que en este caso tienen en entredicho a la Iglesia en tanto jerarquía, como la pederastia. Hoy nadie haría declaraciones, en lo público, contra mapuches o peruanos, si bien en la cotidianidad no podemos decir lo mismo, pero respecto de la diversidad sexual, viene un diplomático y relaciona formas de vida y orientación sexual con enfermedades y delitos. Ante estas declaraciones, el gobierno francés manifestó su repudio. ¿Qué pasa con el gobierno de Chile? ¿Cuál ha sido su reacción ante estos hechos? Recordemos que hace poco la Comisión Interamericana hizo recomendaciones a nuestro país a propósito del caso de la jueza Atala sobre la reparación de la discriminación por orientación sexual. ¿Podemos esperar algo de un gobierno que, en su campaña electoral, contó con una pareja gay esperanzada?
El obispo Goic ha pedido perdón por los abusos de sacerdotes a niños y niñas. En rigor los abusos se han cometido contra toda la sociedad, porque la Iglesia se presenta como autoridad moral, que tiene a su cargo una gran cantidad de centros educativos y recurrentemente opina sobre temas políticos y sociales, con predilección por los llamados valóricos. Esperamos que el presidente de la Conferencia Episcopal pida perdón a los homosexuales que han sido violentados con las palabras de uno de sus invitados.
* Por Angelicx Valderrama, presidenta de MUMS / La Nación