Por Fernando Muñoz Figueroa, Sociólogo y activista de la Diversidad Sexual

Por estos días se debería celebrar un nuevo año de lucha contra el Sida, pero otra vez en Chile estamos lejos de celebrar; al contrario, estamos en fase de protesta y casi deprimidos ante la indolencia y falta de oídos del Gobierno frente a estos temas.

En Chile las cifras de VIH indican que tenemos un 96% de casos por vía sexual, el resto es dato antiguo y marginal, por lo tanto irrelevante. Es, por lo tanto, en este aspecto que tenemos que centrar los esfuerzos, y allí es donde es  posible avanzar en el desarrollo de políticas públicas. El mismo  reporte dice que la gran mayoría casos son de hombres, más del 80% tanto de Sida como de VIH. En el caso de contraer el virus, la mayoría de los casos están entre 20 a 29 años, y en casos de crisis de salud (o sea crisis de SIDA) de 30 a 39.

Pasamos entonces a un dato fundamental de la causa. Según reconoce el propio ministerio de Salud  en el cuanto al estado de la epidemia, “en los hombres, las vías de exposición homosexual y bisexual concentran el mayor número de casos (70%)”. Eso es lo que técnicamente se llama una epidemia concentrada. Acá viene el otro dato: se estima que la prevalencia para población de hombres gay y otros hombres que tienen sexo con hombres es de 10,43 , seguido en segundo lugar por las trabajadoras sexuales, con 0,63 y los hombres en general 0,12. En pocas palabras, los gays y otros hombres con prácticas homosexuales tiene una carga inmensa dentro de la realidad de la epidemia.

¿Que nos dicen todos estos datos?

Como se dice repetidamente, todos tenemos la posibilidad de adquirir el virus. Lo que pasa es que unos tenemos más probabilidades que otros. La probabilidad que una joven mujer heterosexual encuentre un varón heterosexual que viva con el VIH es mucho más baja; lo mismo a la inversa.

Por lo anterior, el riesgo lo tienen aquellos varones que tienen prácticas con varones y trans, sobre todo si éstas tienen entre 20 a 39 años. De ahí la necesidad de que las políticas publicas se concentren en este grupo; es simplemente porque su riesgo es real, y no atenderlo se transforma en un acto casi criminal y además discriminatorio. Lo que se plantea es hacer prevención en toda la población, educación sexual, promover el preservativo, las practicas no penetrativas y poner los condones a una mayor accesibilidad, pero sobre todo redoblar el esfuerzo hacia esa población de jóvenes que está realmente “en la quemá”, como decimos en Chilito.

Surge entonces la pregunta de por qué la epidemia se concentra de mayor manera entre varones que tienen sexo con varones. Un tema no menor y que se repite en Chile y en general en América Latina, es el hecho que somos profundamente homofóbicos, que recién estamos desclasificando la homosexualidad y saliendo a la luz publica. Si bien hoy se acepta mucho más la orientación sexual distinta a la hetero, en muchos espacios  se condena y hasta persigue a quienes son gays, trans o simplemente gustan de gente de su mismo sexo. Un estudio realizado el 2007 en la Marcha del Orgullo por la UCN y MUMS arrojó que “al indagar en los principales hechos de discriminación y violencia vividos por las personas LGTB, se encontró que del total de personas LGTB que participaron en la encuesta, el 81% ha vivido algún hecho de discriminación”, siendo muchas de estas discriminaciones vividas en los entornos directos como familia, lugar de estudios o vecindario. Es decir, las prácticas homofóbicas no vienen desde los desconocidos sino de los propios cercanos.

En ese contexto se puede hablar mucho de no discriminación, se tienen muchos discursos políticamente correctos, pero la realidad es otra. Si vamos al mundo de las políticas publicas la situación es muy dura, casi ninguna repartición publica tiene políticas focalizadas o que consideren a la diversidad sexual, eso aun parece ser una realidad inalcanzable para un Chile que, aunque miles marchen por las calles, se niega a reconocer.

En materia de VIH no hay una excepción. Si bien algo se ha hecho, la respuesta sigue siendo mediocre, incluso hemos retrocedido. En el 2006, gracias a los dineros del fondo Mundial, la cobertura a grupos más vulnerables como trabajadoras sexuales, privados de libertad y otros era del 23%; en el 2009 bajo al 2%. Ni hablar del acceso a los condones: esa es otra odisea que da para una crónica completa, algo así como una larga travesia. En la Región Metropolitana,  luego de mucho batallar fondos con el seremi correspondiente, logramos reponer 33 millones para proyectos de prevención, algo así como 6,6 pesos per capita. Con eso, es más que obvio, no se puede hacer mucho.

¿Cómo se origina tanta indolencia?

No hay que ser muy brillante para darse cuenta que uno de los problemas de esta epidemia es que afecta a los indeseables, maricones, putas, drogadictos, promiscuos y otros y, si combinamos algunas de estas, es peorMucha de la falta de atención se debe a que simplemente el grupo más afectado no le importa a las autoridades, que los homosexuales y sus causas no son populares, que en definitiva no somos la prioridad y es mejor invertir en grupos que den más prensa y más votos.

La homofobia tiene acá entonces otra dimensión, una sutil, que es el ignorarte, el volver invisible  nuestros problemas, nuestros requerimientos de salud, ya que no sólo no hay campaña de prevención, mucho menos tenemos atención adecuada. El ser heterosexual es aplicado en forma predeterminada, así que quienes somos distintos tenemos que sacar fuerzas y decir la cosas para ser tratados como lo que somos, lo cual no es fácil para muchos jóvenes o adultos que aun viven cierto nivel de clandestinidad.

Por todo esto es que organizaciones como MUMS nos vemos obligados salir a dar la pelea, nos solo andar haciendo lobby por la ley contra la discriminación, sino también salir a pelear el tema para rescatar la vida y la salud de nuestros pares. De ahí que estamos orgullos de haber pintado de rojo las piletas de la Moneda el 1 de dic del pasado (les dejo la foto), de haber funado a Mañalich y su campaña trucha y ahora haber  puesto un requerimiento ante la Contraloría que reclama la invisibilización de nuestra población y además elimina la prevención de verdad.