Por Fernando Muñoz Figueroa, Sociólogo y activista de la Diversidad Sexual

A propósito de los 21 años del movimiento por la diversidad sexual han aparecido diversas  notas, columnas y debates,  la mayoría de las veces con análisis estrechos, con la mitad de los antecedentes  o  con errores históricos significativos. Así, en mi calidad de dinosaurio del movimiento –estoy desde el  96 – no me queda otra que poner algunas cosas en claro y decir lo que hay que decir, aunque no sea políticamente correcto.

Quiero entregar algunos elementos que configuran el “montaje político”, que tanto la burocracia del Ejecutivo como otros representantes de elite política han estructurado para apaciguar al mundo de la diversidad, para que las colas dejen de alborotar el gallinero. Los mecanismos de control están activados y lamentablemente hay miembros de las organizaciones gays que se prestan para ello.

En primer término hay que referirse a la marcha del 23 de junio, la Segunda Marcha por la Igualdad, nombre impuesto por Fundación Iguales porque el Movimiento de Integración la denominaba de otra manera. Esta fue su segunda edición, la marcha del Orgullo y la diversidad es en septiembre y este año arriba a su XIV versión, y los organizadores de la marcha de junio no tienen relación. La Marcha por la Igualdad mostró la división y disputa del escenario público dentro del movimiento por la diversidad y mostró también los matices políticos de cada organización. Al contrario de lo que muchos opinan, las maricas no tenemos por qué ser homogéneas y pensar todas idéntico, el punto es ser capaces de generar unidad de acción en pro de algunos objetivos, lo cual ha sido imposible hasta ahora por intereses  particulares de grupos y líderes  autorreferentes. Tiene que ver con proyectos personales y de grupo que no desean generar unidad para no perder protagonismo y capacidad de negociar con las autoridades en forma separada y así conseguir prebendas políticas y económicas. El ejemplo más claro es el aplauso de pie al presidente y  la negociada del Movimiento de Integración en nombre de las trans, poniendo al Ministro de Salud como un héroe, cosa bastante alejada de la realidad.

La llamada Marcha por la Igualdad se transformo en el escenario de los políticos, más que ser el escenario de los grupos de la diversidad fue el espacio para lucirse de personeros políticos, farándula  y hasta ministros para decir sus buenas palabras por la diversidad sexual. Llevamos muchos años de eso, sólo que ahora se ha vuelto políticamente correcto y lo que muchos afirmaban en privado ahora lo hacen en público. Surgen entonces las preguntas  ¿es eso lo que esperamos? ¿Es el trabajo de los grupos LGTB generar el escenario para que políticos tomen la escena?

Yo creo que no. Primero porque en realidad queremos medidas más concretas, ya estamos hartos de discursos buena onda y buenas palabras. Más que dar espacio a los políticos lo que corresponde es que ellos nos escuchen a nosotros, de eso se trata: las marchas son una expresión de la ciudadanía, y esperamos los políticos y burócratas escuchen.

Para muchos, la presencia del Ministro de Educación Harald Beyer pudo ser un gran gesto, pero volvemos a lo mismo, en política no hay inocentes. La presencia de Beyer está dentro del libreto, conocida su cercanía con representantes de organizaciones gays, era esperable que fuera parte de la jugada, dando así una nueva muestra de buena voluntad del gobierno que intenta mostrarse progresista y liberal. Ningún ministro anda por la vida sin coordinar acciones con sus jefes. El punto es que, más allá de la buena voluntad del Ministro acá hay un tema de fondo; las capacidades reales de transformación y verdadera lucha contra la homofobia, lesbofobia y transfobia. Esas transformaciones no pueden hacerse sin eliminar el lucro en la educación, no es posible avanzar en temas de fondo mientras la educación no vuelva a las esferas de rectoría del Estado y del Ministerio del sector.

La reciente aprobación de la Ley Antidiscriminatoria (LAD) tampoco es un gesto casual. La ley dormía en el senado hacía varios años, desde el 2005 y no existía interés de la Concertación y mucho menos de la Alianza por apurarla. Su aprobación responde al clásico actuar por populismo, es decir como un acto mediático, más dirigido a la opinión pública sensibilizada por la golpizas y muertes que ha solucionar un problema como es la discriminación.

En repetidas ocasiones representantes del Movimiento pedimos a los gobiernos de la Concertación que impulsaran la ley: siempre se dijo que sí, pero nunca paso nada. Los parlamentarios de la Alianza siempre estuvieron en contra e incluso  presentaron un recurso constitucional  para intentar frenarla, sólo permitieron su aprobación cuando se aseguraron de que fuera una ley insulsa, limitada, de bajo impacto y con muchas dificultades para su aplicación.

En forma paralela, y con igual agilidad, se movió el ministro de Salud, ganando portada por la supuesta aprobación de un protocolo de atención para el mundo transgénero. Lo que no se dice es que el  Ministro eliminó del diálogo a los grupos trans que tenían cuestionamientos a la propuesta y se quedo sólo trabajando con el Movimiento de Integración, el cual no tuvo miramientos en asumir que las personas trans son “patológicas” y por tanto dar el visto bueno a lo que el Ministro quería.

El Ministro de Salud también presenta la apertura del sistema para operaciones al mundo trans y lo divulga con bombos, platillos y aplausos del Movimiento de Integración. Lo que oculta el ministro es que eso lo habían ganado vía judicial y posterior acuerdo con el Consejo de Defensa del Estado (CDE) OTD, GAHT y MUMS, y que lo que correspondía era su implementación. Así, el ministro Mañalich, gracias al apoyo de sus “amiguis” del mundo homosexual, logró presentar una derrota como victoria.

La mediatización de la diversidad sexual se intensifica, se toma a las víctimas y se les normaliza, se les presenta tiernos, buena gente y tranquilos. Lo mismo pasa con los liderazgos gay y de la diversidad, se les abren las puestas a los moderados, a los que se ven bien, se ven hombrecitos y son lo suficiente buenos como para mostrarlos al público, es decir, se mediatiza esa homosexualidad que no incomoda, que no irrumpe, que no pone en duda el sistema machista, que no cuestiona el patriarcado. Al contrario, se releva todo aquello que no huela a ruptura, todo aquello que huela a intento de normalizarse entre lo diverso, lo más higiénico que se pueda, cercano a la familia tradicional y señor de chaqueta y corbata que puede ser presentado como el yerno ideal. Tenemos una versión ligera, descafeinada del movimiento de la diversidad, lo más alejada del sexo, del deseo, del placer. En las próximas semanas veremos a los aspirantes al  sillón presidencial y algunos alcaldes haciendo buena onda con la diversidad, haciendo gestos de apertura. Como suele suceder, será mucho ruido, mucha declaración, pero en lo concreto será sólo un voladero de luces, pirotecnia política, para que las colas y maricas del país se duerman otros 20 años más y sea el momento de darles otras migajas del estilo de la ley antidiscriminción.