Por Fernando Muñoz Figueroa, Sociólogo y activista de la Diversidad Sexual

Hay que aplaudir a quienes manifestaron vivir en pareja con alguien del mismo sexo, eso es muy valorable en Chile, pero hablar de hecho histórico sale de las proporciones de la sensatez. 0,36% de hogares con parejas del mismo sexo es una cifra trágica, que pone en evidencia la situación de clandestinidad de muchos hogares y la falta de condiciones para formar una familia entre personas del mismo sexo, celebrar esta cifra es parte de un exitismo malentendido y poco serio.

Ayer algunos voceros de los llamados movimientos gays, lesbicos y trans hacían cierta celebración por el hecho que cerca de 35 mil hogares chilenos estuvieran formados por personas del mismo sexo. Personalmente, me parece una mala cifra, además de una tamaña ignorancia de quienes creen que esto puede ser un aporte sustancial.

Me explico en detalle, hace un año publiqué una columna llamada “Diversidad sexual y Censo 2012, la trampas de la inclusión”, en la misma detallaba razones estadísticas y metodológicas por las cuales no me parecía muy conveniente este tipo de medición y cuales podrían ser sus posibles resultados. No me equivoqué, la cifra es muy baja, 0,36% de los hogares en Chile.

Surgen varias reflexiones, en primer término, hay que comparar el dato con el tamaño de la población y en este caso con el tamaño de la población de gays, lesbianas y trans. Como no tenemos el número exacto, hablamos de “población estimada” , sin embargo, podemos suponerlo en base a estudios internacionales que han intentado medir el tamaño de población homosexual la que rondaría entre el 6 y 10%. En Chile el dato más cercano es el estudio INJUV, en ella declaran tener relaciones con personas de su mismo sexo cerca del 6% de los jóvenes encuestados. Si nos basamos en estos datos, las cifras deberían concordar: si suponemos que el 8% de la población es parte del grupo que se relaciona con personas del mismo sexo la cifra de hogares conformados por parejas homosexuales debería ser similar, por lo tanto, entre 0,36% y 8% hay una distancia considerable, incluso estadísticamente significativa.

Si lo miramos desde el punto de vista de las políticas públicas tampoco resulta relevante, un grupo que representa sólo el 0,36% de los hogares no es suficiente para justificar la asignación de presupuestos, por lo menos, desde el análisis de las coberturas y del impacto en algún indicador, si intervienes en esta población incluso llegando al 100% no afecta ni en un punto la cifra global de un indicador de hogares a nivel nacional. Obviamente la justificación es más bien de derecho, de principios basados en la igualdad, pero desde el punto de vista de las políticas sociales estamos fritos ante Hacienda.

Vamos por otra arista del tema, el electoral, si los hogares de personas del mismo sexo son una ínfima minoría, no necesitan la atención de una candidatura presidencial, no implican una gran masa de votos, y las demandas levantadas por los movimientos de minorías sexuales son sólo aspiraciones de un segmento radical. Seguramente los comandos de campaña estarán mirando las cifras del Censo y centrarán su interés en grupos poblacionales que representen mayores porcentajes y por tanto mayores posibilidades de cosechar votos. Ese era parte del peligro existente.

Quienes promovieron la medición en el CENSO le entregaron a los grupos ultra conservadores armas concretas y oficiales con las cuales atacarnos. Ahora pueden decir que somos insignificantes, que no representamos a nadie y que nuestra causa es parte de una cruzada financiada y sustentada por grupos radicales, por unos grupos alejados de la gran mayoría de los chilenos.

Para analizar las cifras del CENSO, necesariamente debemos cruzarlas con otros datos. No vale la pena volvernos locos con la interpretación de un dato aislado, al contrario, eso sería otra fatalidad.

La discriminación como factor

El año 2000 el primer estudio de Comportamiento sexual de MINSAL arrojó que quienes mantenían relaciones sexuales con personas del mismo sexo era sólo el 0,3% de la población. El grupo investigador explicó en aquel momento que eso era producto de la discriminación y que la declaración de orientación sexual era inversamente proporcional a la discriminación, por lo tanto, era normal que en un país de alta discriminación las personas no heterosexuales se escondieran.

Por otra parte, tenemos bastantes cifras sobre discriminación en Chile. La encuesta INJUV recientemente publicada nos dice que las personas homosexuales (lesbianas, trans, bi y otros) son de los grupos mayormente discriminados por los jóvenes. Según la Primera Encuesta de DD.HH. del INDH (2011) sólo el 29,36% apoya la afirmación: En los tiempos actuales ya es hora que en Chile se permita el matrimonio entre personas del mismo sexo, el resto la rechaza o no opina sobre el tema. La misma encuesta indica que 30,94% de los encuestados está de acuerdo en que los homosexuales no deben ser profesores de colegio, es decir, se mantiene el vínculo de la homosexualidad con la pedofilia.

La II Encuesta realizada en la Marcha por la Diversidad sexual (UCN/CLAM/MUMS, 2010) arrojó que 75,5% de los encuestados señala haber vivido situaciones de discriminación vinculadas a su orientación sexual e identidad de género.

La insuficiente respuesta del Estado

En Chile existen pruebas concretas de la existencia de altos grados de discriminación, lo grave de todo esto es que el Estado a través del Gobierno y el Parlamento no han respondido a esta realidad. La promulgación de la Ley antidiscriminación es una estafa, un titular vacío de contenido debido a que es una ley ligera, llena de limitaciones. La Ley fue tan recortada que terminó en declaración de buenas intenciones, teniendo como una de sus principales fallas la inexistencia de compromisos para realizar acciones concretas contra la discriminación lo que se traduce en cero inversión pública en el tema, ni un solo peso. Chile necesita una reforma de la Ley Antidiscriminación y medidas urgentes que la combatan. Dicha reforma debe alcanzar el sector público, aún recordamos lo sucedido en el Registro Civil donde se le negó hora para casarse a dos personas, pues ambos tenían “apariencia masculina”, sin tomar en cuenta lo que decían sus papeles.

Para lo único que nos sirve el número arrojado por el CENSO 2012, es para constatar que falta mucho por avanzar, la cifra es una línea base a partir de la cual podemos medir avances en el futuro. Lo que es necesario en el país es un reconocimiento legal y legítimo a las parejas del mismo sexo, no un tratamiento de consuelo o paliativo, sino una verdadera igualdad de derechos, es decir Matrimonio Igualitario.