El domingo 22 de abril de 1973, unos meses antes del fatídico golpe militar, aconteció un político y simbólico hecho en la Plaza de Armas de Santiago que marcó la historia emancipada de la diversidad sexual en Chile. Ese día, enfrentando los prejuicios históricos, superando el miedo al qué dirán y eclipsando un tenso e intenso tiempo de revueltas sociales y políticas, un grupo de jóvenes travestis prostibulares decidió protagonizar la primera protesta de la diversidad sexual en la historia de Chile.

La policía -sorprendida- no reaccionó en el instante, aunque prontamente comenzó una cacería de las valientes locas del 73. Por su parte, la respuesta de la prensa -derecha e izquierda- no se hizo esperar. “REBELIÓN HOMOSEXUAL: LOS RAROS QUIEREN CASARSE”, tituló sensacionalistamente revista VEA, mientras el popular y allendista diario Clarín redactó homofóbico e incendiario: “Ostentación de sus desviaciones sexuales hicieron los maracos en la Plaza de Armas. Las yeguas sueltas, locas perdidas, ansiosas de publicidad, lanzadas de frentón, se reunieron para exigir que las autoridades les den cancha, tiro y lado para sus desviaciones. Entre otras cosas, los homosexuales quieren que se legisle para que puedan casarse y hacer las mil y una sin persecución policial. La que se armaría. Con razón un viejo propuso rociarlos con parafina y tirarles un fósforo encendido”.

Hoy, transcurridos 41 años de ese primer grito de libertad en contra de la homofobia, la discriminación social y el abuso policial, sorprende recordar el lenguaje grosero y homofóbico que utilizó la prensa política de la época para informar y/o desinformar de la pequeña e inédita manifestación homosexual criolla en los revueltos y revolucionarios tiempos del Compañero Presidente Salvador Allende. Eran los contrarrevolucionarios signos de la discriminación sexual, la intolerancia cultural, la desinformación periodística y el triste reflejo de la inferioridad político – social en que se encontraba un significativo sector de la población chilena que deseaba y practicaba lo que en otros tiempos el castigado escritor Oscar Wilde denominó: “El amor que no osa decir su nombre”.

Es evidente que la sociedad y la prensa chilena han cambiado y los activistas sexuales, los movimientos sociales cómplices y las agrupaciones de reinvindicación político – sexual hemos jugado un rol fundamental en esa transformación político – cultural, particularmente en los años 90 con la irrupción del derecho a la deferencia como signo de ampliación de utopías en medio de la llamada “transición pacífica a la democracia”. La sociedad de hoy no es la misma que padeció Augusto D’Halmar, Benjamín Subercaseaux, Gabriela Mistral, José Donoso y otros tantos que aún no pueden ser nombrados con certeza, fuerza y osadía. El mundo y Chile han cambiado porque homosexuales, lesbianas y trans hemos contribuido a esa política transformación, haciéndonos cada día más visibles, políticos, demandantes y creativos,  luchando abiertamente por nuestros derechos civiles, sexuales, políticos y culturales.

Hoy nos enfrentamos a un Chile diferente que transita decididamente en la ampliación de derechos culturales – sexuales para mujeres y diversidades sexuales todas, reflejados en flamantes leyes antidiscriminación y cambios políticos e institucionales conquistados, pero enfrentados día a día a las contradictorias evidencias de un Chile del ayer -conservador, pinochetistas e ignorante- que se hace sentir en el Senado de la República, en las cámaras transnocheras de la TV basura y en los púlpitos religiosos, siendo más tristes y llamativos los crímenes de odio que remecen e impactan nuestra sociedad.

Hoy recordamos el primer grito de libertad, el primero de tantos que se escucharon y que aún están por escucharse. Hoy valoramos la valentía de las pioneras locas del 73 porque emergieron en un contexto de hermosa e inolvidable transformación popular, pero tristemente limitada en su rostro e ideario libertario – homosexual. En estos días, a 40 años del golpe cívico – militar que clausuró todas las militancias posibles –incluida la diversidad sexual– recordamos la lucha librada por muchos y muchas. Recordamos los crímenes de los sin nombres que fueron “fondeados” en el mar de Valparaíso en los tiempos de Carlos Ibánez del Campo; a la lesbiana Mónica Briones, asesinada por un CNI en los años 80; a Daniel Zamudio Vera, cruelmente torturado y asesinado por neonazis criollos; a Wladimir Sepúlveda, asesinado en medio de una riña nunca aclarada y tantas, tantas, pero tantas compañeras trans discriminadas, golpeadas y asesinadas que no aparecen en los espacios de la emotiva diversidad de la TV local pero que -pese al transfóbico silencio mediático- movilizan, crean y recrean nuestro loco imaginario social, político y cultural, incorporando todas nuestras disidencias sexuales posibles e imposibles.

Dedicado a las locas del 73: La Raquel, La Eva, La Larguero, La Romané, La José Caballo, La Vanesa, La Fresia Soto, La Confort, La Natacha, La Peggy Cordero, La Gitana y la Katty Fontaine.

Víctor Hugo Robles

Activista MUMS. Periodista, activista y apóstata, conocido como “El Che de los Gays”