Por Alison Vivanco / CNN Chile

Más de 3 mil personas fueron asesinadas durante el régimen militar y los informes reparatorios contabilizan más de 40 mil víctimas de violaciones a los derechos humanos en los 17 años que duró. Sin embargo, para establecer las cifras no se consideraron casos relacionados a etnias ni orientación sexual.

El viernes 11 de diciembre de 1998, Augusto Pinochet Ugarte se enfrentó a los tribunales ingleses. Fue entonces cuando escribió una carta a los chilenos que decía entre otras cosas lo siguiente:

“He sido objeto de una maquinación político-judicial, artera y cobarde, que no tiene ningún valor moral. Mientras en este continente, y específicamente en los países que me condenan mediante juicios espurios, el comunismo ha asesinado a muchos millones de seres humanos durante este siglo, a mí se me persigue por haberlo derrotado en Chile, salvando al país de una virtual guerra civil. Ello significó tres mil muertos, de los cuales casi un tercio son uniformados y civiles que cayeron víctimas del terrorismo extremista.

Soy falsamente juzgado en numerosos países europeos, en una operación dirigida por quienes se dicen mis enemigos, sin que exista por lo mismo la más remota posibilidad de que quienes me prejuzgan y condenan lleguen a comprender nuestra historia y a entender el espíritu de lo que hicimos. Soy absolutamente inocente de todos los crímenes y de los hechos que irracionalmente se me imputan. Sin embargo, temo que quienes lo hacen nunca estuvieron ni estarán dispuestos a darse a la razón y aceptar la verdad”.

El golpe de 1973 dejó más de 3 mil muertes en Chile y los dosieres de diversas investigaciones reconocen más de 40 mil víctimas sobrevivientes a las violaciones a los derechos humanos.

Pese a los actos de reparación que han intentado hacer los distintos gobiernos democráticos desde que terminó el golpe en el año 1990, miles han sido las personas que a la fecha no han sido consideradas en ningún documento oficial, pese a haber denunciado.

Entre los olvidados es posible encontrar, por ejemplo, a gran parte de personas cercanas o pertenecientes a la diversidad sexual, quienes fueron perseguidos y atormentadas durante los 17 años que duró el régimen.

Los informes que olvidaron

Tras el golpe de Estado de 1973 se cometieron un sin fin de violaciones a los derechos humanos. Es por ello que el gobierno de Patricio Aylwin inicia una Comisión Nacional de la Verdad y Reconciliación dando a conocer el Informe Rettig.  Sin embargo, este no tomó en cuenta a las minorías sexuales que fueron reprimidas, torturadas y, en algunos casos, asesinadas.

Silvia Parada, primera presidenta de TravesChile, agrupación de personas travestis y transexuales, comenta su experiencia:

“Fui muy reprimida por parte de los Carabineros de la cuarta comisaría. Recuerdo que nos arrojaban (a todos quienes parecieran pertenecer físicamente al mundo de la diversidad sexual) al Zanjón de la Aguada.

A los transexuales les quitaban su ropa de mujer, no respetaban sus derechos y asumían que eran hombres disfrazados, por lo cual nunca se nos apoyó. Se nos llevaba detenidos por el artículo 373 que era grave ofensa a la moral y las buenas costumbres, que todavía existe”.

Parada tenía 16 años cuando vivió una experiencia que años más tarde la hizo ver que podría haberse sumado a la lista de los detenidos desaparecidos:

“Un grupo de civiles, que andaban en una camioneta, me subieron y me mandaron a José Domingo Cañas, donde estaba el Castillo del Juguete. Me entraron a una casa donde había un subterráneo, me obligaron a pasar y ahí habían dos personas con un computador de estos antiguos que me preguntaron por mi nombre de hombre, por dónde yo vivía y quiénes eran mis padres. Eran civiles, todos eran civiles o parecían serlo.

Ellos llamaron a carabineros de la comisaría de Los Tres Antonios, mi familia por suerte no tenía nada que ver con política, así que se comunicaron con mi mamá y ella me fue a buscar rápidamente.

Luego de largos años, vine a saber que esa era una casa de la CNI donde mataban a la gente, donde torturaban a la gente”.

La comunidad LGTBIQ+, al ver cómo la institucionalidad avaló a través de la existencia de este tipo de artículos en el Código Penal su persecución por conductas que hacían alusión a la perversión sexual, se sintió completamente desvalida y atacada, pero no sólo por el régimen, también por la sociedad civil.

Aprovechándose evidentemente de la situación, algunos civiles apartaron a estas personas y las sometieron a distintos tipos de violencia que en la mayoría de los casos, terminaban en actos tan crueles como hacer entrega de ellos a las fuerzas militarizadas que por entonces rondaban las calles cada noche debido al toque de queda. El objetivo: someterlos a torturas.

Morir sin reparo

Paloma era una conocida mujer transgénera que vivió el azote de la dictadura militar sin jamás haber tenido auxilio por parte del Estado, al igual que muchas otras de sus compañeras.

Conocida por ser una clásica prostituta de la calle San Camilo, Paloma, fue perseguida, torturada y violentada, pero sobrevivió. No obstante, fue víctima de la discriminación hasta pleno 2018.

Este es su relato:

“A nosotras nos trataban de delincuentes porque éramos homosexuales. En ese tiempo éramos perseguidos por los milicos, por la PDI y por la gente en general. Yo vivía en un prostíbulo pero me salía a prostituir a la calle en San Camilo, patinaba vestida de mujer. Tenía mi pelo largo, me lo tinturaba rubio y pasaba desapercibida como una mujer porque soy blanca y  lampiña.

Cuando llegó la dictadura, había toque de queda. Nos llevaban detenidos los carabineros y nos soltaba justo a las once de la noche a la calle para que los milicos nos tomaran y llevaran a los centros de tortura.

A mí me hacían las aberraciones más grandes, me violaban, me ultrajaban, me obligaban a hacerles sexo oral, me pegaban culatazos. Yo fui víctima de las torturas de Manuel Contreras, también conocí a la quemada, la Carmen Gloria Quintana, conocí a Víctor Jara… vi cómo nos torturaban a todos.

Ellos le dicen salvaje a uno, pero los degenerados son ellos, nos metían ratones y bichos por el cuerpo. Yo todavía tengo una bala alojada.

Me estaban haciendo las gestiones para ser considerada en el Informe Rettig, pero no me pescaron porque todo era política. No recibí ni un cinco, nada, nada, nada.

Sea como sea, yo era feliz, era cabra, era jóven. Ahora los colas están felices porque no los persiguen. Antes los homosexuales éramos muy perseguidos, si andábamos con una prenda de mujer, vieran ustedes cómo nos agarraban a palos”.

Paloma fue asesinada a golpes por su vecino, Pablo, quien no soportaba que siendo mayor aún fuera transexual.

Sus amigas más cercanas, Katty Fontey y Silvia Parada, reconocen que el hombre estaba ebrio cuando tomó la decisión de matarla y Paloma fue encontrada inconsciente en la vía pública.

Tras 12 días de agonía, Paloma murió en el hospital San Juan de Dios en Quinta Normal, misma comuna donde vivió sus últimos años de allegada en una pieza a costa de la caridad. Tenía 74 años cuando el pasado 14 de febrero de este 2018, dejó de existir.

Al igual que Paloma, muchas personas no fueron incluidas en el informe Rettig, ni mucho menos en la Comisión Valech.

La mujer acudió en innumerables ocasiones a la justicia, buscaba un reparo económico que no sanaría su dolor, pero sí la ayudaría a tener al menos una prenda de vestir propia y un plato de comida. Toda su ropa se la habían regalado.

La experiencia de estas mujeres frente a las comisiones no sólo reflejan una parte de los casos que no fueron considerados en estos informes, también las miseria de la tercera edad y las irregularidades que presentaron avalando la discriminación.

Huir para renacer

Victoria es otra mujer transexual que huyó del régimen desde Santiago a Rancagua, comenta que no fue fácil y siente que hay una gran deuda con la diversidad.

“Está bien, los presos políticos y todo eso. Pero las personas como nosotros que sufrimos, que los pacos y civiles mataron aprovechándose de la dictadura, quedamos a la deriva.

Nadie paró el dedo por nosotros que terminamos muertos, quemados, violados y más. Nosotros en ese tiempo no valíamos nada, las personas trans estábamos metidos en un submundo de la prostitución, de las drogas, el alcohol, los prostíbulos… ahí es donde la gente piensa que uno se mueve.

Hoy en día ha cambiado el concepto, pero en esas épocas era diferente y en ese tiempo una buscaba esas instancias para poder ser libres, salir con hombres y ganar dinero.

Una vez fui a buscar trabajo y me dijeron que no aceptaban maricones. Yo no podía buscar un trabajo formal si quería expresar mi género. No quería vestirme de hombre y aparentar algo que no era, quería que el mundo supiera que yo me sentía mujer, que quería ser mujer, que vivía como mujer”.

Resignada con los trámites más y trámites menos que le pedían para llegar a una justicia que nunca respondió, Victoria se instaló con una peluquería lejos de Santiago. Lo hizo al ver que nunca hubo más opción para ella que reinventarse.

Hoy no depende de ni un bono compensatorio, sino de sus propias manos y talento. Además, Victoria presta servicios voluntarios en un consultorio cercano a su domicilio donde orienta a quienes han sido diagnosticados con VIH positivo, para demostrarles con su ejemplo que la vida sigue.

¿Qué esperas?

Silvia Parada, aún activista por la diversidad sexual, es clara:

“Lo que yo espero es algo lógico, que se reconozca nuestra identidad de género, que se reconozca a nuestras compañeras en los informes reparatorios. Que se haga una investigación que incluya a toda la comunidad homosexual que mataron en la dictadura militar. Que a este gobierno se le ablande el corazón con la comunidad de la diversidad sexual perteneciente a la tercera edad, porque existen y no hay políticas públicas para ellos”.

La dictadura de quien hoy cumpliría 103 años no sólo arrasó con el pensamiento político disidente, también lo hizo con quienes no tenían más opción para su vida que cargar con lo que nacieron, como una orientación sexual o una etnia.

Tras la muerte de Paloma, sus amigas de TravesChile denunciaron ante el Ministerio Público este caso que podría calzar perfectamente con el marco de la Ley Zamudio, no obstante, esta acusación no fue tomada en consideración pese a haber denuncias previas de amenazas que Pablo hizo sobre la vida de Paloma.

No se realizaron indagaciones posteriores y la Defensoría Popular, a través de la abogada Victoria Herrera, tampoco siguió escalando el caso.

No hubo justicia por lo que Paloma sufrió en dictadura y tampoco por lo que vivió en democracia terminando con su muerte.

Autoría del documental: Alison Vivanco y María Fernanda Gándara