Por Cristián Hormazábal / El Martutino

Para Scarlett Fernández a la sociedad chilena no le basta tener una ley antidiscriminación como la ley Zamudio, que sigue naturalizando y permitiendo la violencia.

Scarlett Fernández Pinto, vocera del Movimiento por la Diversidad Sexual (MUMS) Valparaíso y miembro de la Comisión Nacional de Disidencias Sexuales de las Juventudes Comunistas de Chile, mira con impotencia “la indiferencia del pueblo cada vez que le toca ser testigo de algún ataque transfóbico”.

Para ella una actitud pasiva los convierte en cómplices ante la agresión sufrida el pasado 15 de enero a las afueras del terminal de buses Alameda, en la comuna de Estación Central, Región Metropolitana.

“La gente tan solo mira respecto de una realidad que tendrían que intervenir, no sé si para defenderme a mí, sino para increpar al tipo y hacerle entender que el problema no es de la travesti, el problema es de él, que no sabe vivir con cuerpos que son diversos -los unos con los otros- y de que estamos en un Chile donde coexistimos con inmigrantes, con pueblos originarios pero también con la diversidad sexual”. Comentó para el programa “No es la forma” de www.quedura.cl

Para Pablo González Vega, Sociólogo de la Universidad Santo Tomás y estudiante de Derecho en la UVM, el tema va más allá de victimizar o condenar la agresión sufrida por Scarlett, y como ella señala, “la existencia de grupos reaccionarios con carácter fascista y neonazi que persiguen a las compañeras”., manifiestan la normalización de la violencia y, específicamente, de una conducta abiertamente incorrecta y transfóbica. Hecho adsolutamente preocupante porque nos encontramos en un momento donde se habla mucho de la cooperación y de la solidaridad, lo que se contrapone a la falta de atención de los transeúntes. Esto demuestra que estamos trancados en una sociedad individualista propio del modelo neoliberal, el que enseña a no trabajar en el colectivo y a no cuidar lo que está más allá de nuestras narices.

Según Scarlett el ciclo de la violencia no terminó con las patadas propinadas minutos antes de tomar el bus de regreso a la ciudad Valparaíso, lugar donde vive hace poco más de cinco meses. Aduce a una “violencia institucional por parte del Estado” cuando llamó por ayuda a carabineros: “le explico al operario que atendió la llamada que tenía un nombre legal, pero mi nombre de género era Scarlett y que por favor me tratara por este último. Pero todo el rato de mi relato el funcionario me trataba con prefijo masculino de caballero o sí lo entiendo joven. No entendiendo que hablaba con una persona trans y vulnerando mi derecho a identidad de género”. Lo que dejó la sensación de humillación e impotencia por no poder defenderse, ya que el funcionario que recibió la llamada señala no ser Carabinero ni tampoco funcionario público. “Chile despertó para algunos y lo hizo para el sujeto universal dominante”.

En el contexto para una nueva constitución y, específicamente, en lo concerniente a la paridad, la vocera del MUMS Valparaíso la tipifica como una medida altamente sexista, porque están siendo excluidas las mujeres que no nacieron mujeres sino que se construyeron como tal y que de no acceder al cambio de nombre y de sexo registral, lo más probable que su participación en un Chile distinto quede coartada durante el proceso de discusión democrática, por culpa de una clausula biologicista.

En resumen, para Scarlett Fernández a la sociedad chilena no le basta tener una ley antidiscriminación como la ley Zamudio, que sigue naturalizando y permitiendo la violencia. Más bien requiere una alta inversión de recursos públicos que apunten a las causales socioculturales que producen y reproducen la discriminación y la violencia en sus diferentes categorías, por ejemplo: orientación sexual, identidad de género, pueblos originarios y sindicalización.